30 Aniversario de la Visita Papal
 El 20 de agosto, a las ocho y media de la tarde, llegó Juan Pablo II a Cangas de Onís. Le esperaban las autoridades municipales y S.A.R. el Príncipe de Asturias, con quien se subió al vehículo enviado por la Casa Real Española, rumbo al Santuario de Covadonga.
Un pequeño grupo de gente y niños, los esperaban, entre los que se encontraban los chicos de la Escolanía, que le saludaron y cantaron el «Asturias patria querida». Posteriormente se retiró a descansar a una de las habitaciones de la Casa de Ejercicios. El Sumo Pontífice tenía ese día 38º de fiebre.
A la mañana siguiente, como si de un milagro de la Virgen se tratase, la fiebre había desaparecido. Tras concluir la reunión del Patronato de la Gruta y Real Sitio y acompañado de una gran comitiva, se dirigió a la Santa Cueva donde, arrodillado, oró piadosamente ante la imagen de la «Santina». El Santo Padre depositó en la mano derecha de la Virgen, un rosario de oro y nácar, que se conserva en el Museo del Santuario.
Aprovechando el precioso y soleado día, la Santa Misa se celebró en la explanada de la basílica, ante unas seis mil personas que acudieron a verle. En su homilía Karol Wojtyla dijo frases como estas:
 «La Cueva de Nuestra Señora y el Santuario que el pueblo fiel ha consagrado esta imagen «pequeñina y galana», con el Niño en brazos y en su mano derecha una flor de oro son monumento a la fe del pueblo de Asturias y de España».
«Así, Covadonga a través de los siglos, ha sido como el corazón de la Iglesia de Asturias. Cada asturiano siente muy dentro de sí el amor a la Virgen de Covadonga, a la Madre y Reina de nuestra montaña, como cantáis en su himno».
«La Virgen de Covadonga es como un imán que atrae misteriosamente las miradas y los corazones de tantos emigrantes salidos de esta tierra y esparcidos hoy por lugares lejanos».
«Covadonga es además una de las primeras piedras de la Europa cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y en su cultura. El reino cristiano, nacido en estas montañas, puso en movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo la inspiración del Evangelio. Por ello, en el contexto de mi peregrinación jacobea a las raíces de la Europa cristiana, pongo confiadamente a los pies de la «Santina de Covadonga» el proyecto de una Europa sin fronteras, que no renuncie a las raíces cristianas que la hicieron surgir. ¡Que no renuncie al auténtico humanismo del Evangelio de Cristo!». 
Durante la consagración se escuchó el tañido de la enorme campana monumental que todavía hoy adorna en lo alto de la entrada a la Santa Cueva. En este caso, las ofrendas realizadas en la Eucaristía fueron presentadas por vecinos de Covadonga, Cangas de Onís y Arriondas, así como por parroquias y grupos folclóricos de la comarca. Una vez finalizada la ceremonia, el Papa, volvió a acercarse hasta la Cueva de la Virgen para, de nuevo, postrarse en oración, antes de subir a conocer los lagos Enol y Ercina.
Por informaciones aparecidas en prensa y por recuerdos del Sumo Pontífice sabemos que cuando alguien le hablaba de Asturias rápidamente la identificaba con la «Santina» y sus maravillosas montañas.

 Estamos seguros que esta región dejó una huella imborrable en el corazón y en la memoria del Juan Pablo II, un Papa que marcó un hito en la historia de la Iglesia Asturiana.